8/7/13
12:39 | Publicado por
Pilar González Modino |
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Matrioskas, las muñecas rusas
Vladimir me regaló como despedida una muñeca rusa.
“Matrioska –me dijo- una artesanía de mi país. Es un juguete, tiene una razón y
una función, no es un souvenir”. Vladimir fue uno de los personajes más
interesantes que conocí mientras organizábamos la Exposición Universal de
Sevilla. Era un hombre sabio, matemático y filósofo, trabajando de comerciante,
de aspecto impecable y unos ojos azules tan brillantes como tristes. Siempre me
sorprendía, un día me hablaba sobre las obras de arte del Hermitage y otro me
preguntaba la diferencia entre el capitalismo y la usura. Yo fabulaba pensando
que, en realidad, era un espía. Sobre todo aquel día de otoño de 1991 en que me
dijo, desolado, “me he quedado sin patria” (la URSS se disolvía como un
azucarillo).
Las primeras matrioskas tienen más de cien años y se
inspiraron en muñecas similares de origen japonés. Todas se construyen a partir
de un mismo bloque de madera de tilo, se guardan unas dentro de otras, desde 5
hasta el número que se desee, siempre impar. La más pequeña es la única pieza
entera. Son multicolores y diferentes entre sí. Todas son necesarias y hay
quien quiere atribuirles simbolismo de fecundidad.
Con todo lo que acontece en estos días, cuando el
Presidente de la Junta de Andalucía se afana en explicar como estrategia de
renovación lo que parece una huída, cuando tenemos imputados a una lista
interminable de altos cargos, cuando es inexplicable que la instrucción del
caso ERE sea más larga que nuestra paciencia y cuando la derecha más dura desde
la transición emprende su cruzada centralista contra Andalucía a lomos del
recurso al Tribunal Constitucional (las oposiciones de los profesores, los
medicamentos, el Guadalquivir, el decreto de la vivienda…), tal vez la
respuesta a tanta podredumbre está en el enigma de las matrioskas.
Probablemente la respuesta a este derrumbe se encuentra en
una opción confiable, honesta y fecunda. Una opción donde las piezas encajen
unas sobre otras, como construidas en buena madera. Una opción en la que la
diversidad sea riqueza y no obstáculo para la coherencia. Una matrioska
imposible sin cada una de sus partes, tallada con la necesaria alianza entre
las mujeres y los hombres progresistas, entre quienes defendemos la justicia
social y la igualdad, entre quienes consideramos que los servicios públicos son
nuestro patrimonio, entre clases medias y trabajadoras, entre quienes
entendemos que la unidad no es el bipartidismo y sus pactos (135CE), entre
quienes queremos poder ciudadano frente al poder financiero, entre quienes
somos conscientes de que el sistema económico tiene que tener en cuenta los
límites físicos del planeta, entre quienes sabemos que España es una entelequia
como estado y que lo real son los pueblos que la habitan, con sus identidades y
sus culturas. Una alianza como respuesta frente al enemigo.
Esa opción no es para crecer. Es para ganar. Esa es su
razón y su función. Conservo mi matrioska completa y cerrada. Sé que sin cada
una de sus partes está hueca y sé que sus partes separadas no son más que un
pequeño puzle inútil. Sé que la unidad contiene el plural. Ella lo sabe
también. Y sonríe enigmática.
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